Requiem por las cajas de ahorro | AF

fraAutor: D. Antonio Mendoza Gómez

Director Banco de España (Jubilado)

Presidente Caja de Ahorros de Badajoz (1989-1999)

 

Réquiem por las cajas de ahorro

Tras informarse con los medios de comunicación de las innumerables calamidades que afectan al mundo puede, lógicamente, llegarse a la conclusión pesimista de que nuestra sociedad, el mundo, no tiene arreglo, porque vivimos rodeados de desgracias.

Es evidente que el mundo de hoy es mejorable. Pero es más cierto que nunca existió una edad de oro, paradisiaca, en que todo era perfecto. Contrariamente a la elegía de Jorge Manrique , lo cierto es que “ cualquier tiempo pasado fue peor”.

Si esto es así, si la humanidad ha progresado, desde las cavernas a los rascacielos, de la rueda al reactor, de la guerra a la paz, de la peste al hospital de referencia etc. etc. es debido a la acción generosa de millones de hombres y mujeres que aportaron su granito de arena para la construcción de este mundo mejor.

De esta pléyade de millones de personas constructoras solo una pequeña parte permanecieron en nuestra memoria: Hammurabi, Zaratustra, Buda, Confucio, Jesús de Nazaret, Pablo, Francisco, Lutero… Aquí podemos añadir millares de hombres y mujeres famosos o anónimos estos últimos más meritorio no gozaron de la recompensa de la fama a la que, en su modestia, nunca aspiraron.

Pero a esta construcción de un mundo mejor contribuyeron de un modo eficaz asociaciones colectivas tales como órdenes mendicantes, Cáritas, Cruz Roja, Naciones Unidas, Unicef etc. etc. y entre ellas yo quiero señalar la fundación de monte de Piedad y caja de ahorros de España.

Quiero, en esta breve reflexión, referirme a ellas porque su reciente desaparición deja en la sociedad española una dolorosa herida que será difícil de cicatrizar. Las personas que formamos parte en su día de las cajas sabemos la importancia de los daños que la sociedad sufre y sufrirán con su desaparición.

Un lejanísimo precedente de los montes de Piedad fue investigado por Blas Curado que halló en la visigótica Mérida de Recaredo al obispo Félix, sucesor de Mausona, que estableció con bienes de su diócesis una caja de préstamos sin intereses para sus feligreses pobres.

En Italia en el siglo XV nacen también instituciones de semejante cometido, que tres siglos más tarde, tiene su eco en la Caja de Madrid del padre Piquer.

Pero fue en el siglo XIX cuando las sociedades de Amigos del país, los obispados y las diputaciones provinciales llegaron a organizar más de 100 Montes de Piedad y Cajas de Ahorro de menor a mayor pujanza.

Las cajas nacen para, en lo posible, librar a las clases humildes de los estragos de la usura. Recordemos que, desde hacía siglos, sirvan de ejemplo Los Fueros de Coria, Cáceres, entre otros muchos, habían intentado limitar al 33% anual los créditos usureros de los prestamistas, judíos, genoveses y cristianos.

Y, ciertamente, ganaron en muchas ocasiones su batalla con los usureros y osadamente iniciaron, en su día, otra contienda, esta vez con la banca. De ningún modo pretendo descalificar a esta institución que legítimamente ejerce la intermediación entre ahorradores y prestatarios. Pero tampoco voy a olvidar que esa misma función puede ser ejercida con igual eficacia por las Cajas de Ahorro, a mi entender, con ventaja para sus clientes. Porque estas últimas no tienen ánimo de lucro al no tener que retribuir a sus propietarios.

Tras la guerra civil española viven una humilde etapa de aprendizaje financiero frenada en su crecimiento por el dictador Franco que las obligó, mediante coeficiente de inversión, a contribuir al sostenimiento de la Renfe, de reconstrucción nacional del crédito oficial.

Con el advenimiento de la democracia aceleran su crecimiento al aumentar la productividad de los fondos congelados por los coeficientes, consiguen captar el pequeño y numerosísimo ahorro popular, antes despreciado por los bancos y llegan a igualar y superar el total del pasivo de esta.

Consecuentemente su capacidad crediticia aumenta y por el año 1996 los créditos concedidos por las cajas superan al concedido por la banca. Es el cenit de las Cajas, su pleno éxito y desgraciadamente el principio de su desgracia.

Esta desgracia tiene, como un banco mal construido, cuatro patas desiguales que contribuyen conjuntamente a su desaparición: sus propios gestores, la banca solapadamente, los políticos autonómicos y locales y el Banco de España actuando juntamente con el Ministerio de Economía y Hacienda.

Los gestores 

Las Cajas, con anterioridad a ese gran desarrollo que hemos esbozado, habían sido gestionadas generalmente por hombres honrados, sin grandes conocimientos teóricos de economía, que habían desarrollado su papel, con su práctica profesional prudente y equilibrada y que huían de todo tipo de aventuras.

Éstos gestores, venían siendo, un Director General, que actuaba como un buen padre de familia y que ejercía honrada y libremente sin más limitaciones que el arqueo diario del cajero, las observaciones contables el interventor y los asesoramientos de los consejeros referente sobre todo a la solvencia de los acreditados.

Cuando el pasivo creció desaforadamente este director acudía al interbancario, aunque ello superase su capacidad gestora. Fue entonces cuando llegaron a la dirección jóvenes economistas que dispusieron de amplios recursos para operar. Unos lo hicieron muy bien, otros no tanto. Y, entre tanto, llega la burbuja inmobiliaria, como dulce tentación a la que muchos gestores no supieron resistirse.

Durante bastante tiempo, mediado de los noventas, casi todas las cajas marchaban bien. Yo viví aquellos años como presidente ejecutivo de una Caja que fue declarada “Mejor Caja de Ahorros del año”, en 1994 y en 1995, por su eficacia, rentabilidad, solvencia y más amplia obra social.

Todavía no aparecían los defectos de un desmadrado crecimiento, pero si se notaba la alegría en el gasto y los proyectos de futuras torres. Muchos de los gestores de estas épocas fueron entonces sustituidos, por presiones políticas, por otros gestores más dóciles a esas presiones a las que desgraciadamente se sometió con resultado por todos hoy conocido.

El conjunto de la banca

Las Cajas de Ahorro constituían un competidor difícil de superar y encubiertamente se luchó contra ellas a través de la acción ministerial de marcar coeficientes de capital imposibles para las cajas. Este tema requiere un desarrollo amplio que en otros momentos estaré encantado de acometer. Pero no es una cuestión que quería dejar de comentar

Los políticos

De uno y otro signo y color todos los políticos, en mayor o menor medida, consideraron a las Cajas como algo a conquistar. Y una vez conseguida su conquista, como algo propio. Como si fuesen sus vacas, encantadas de dejarse ordeñar a su satisfacción. Muchos quisieron utilizar, a su gusto, la obra social. Otros más irresponsables la función crediticia y a una inversora. El resultado, de esto último, sólo podía ser ruina.

El Ministerio de Economía y el Banco de España

Instituciones muy loables y meritorias que sin embargo no tuvieron a bien, medir la peligrosa ruta que las Cajas iban tomando. Se fueron ignorando y deshaciendo los informes de los inspectores del Banco de España.,

Y una vez descubierto el desastre, no supieron arbitrar medios para bajar o reducir sus efectos. Se recurrió simplemente a las entonces denominadas “fusiones frías”, algo incomprensible para mí, que no veo que tienen en común temperaturas y finanzas.

A veces se fusionaron varias cajas en quiebra técnica, se les aplicó una ayuda insignificante y se esperó, sin más a ver qué pasaba. Otras se unieron dos cajas en quiebra con otra menor saneada bajo la gestión de las primeras. De mal en peor.

El resto de lo acaecido es conocido por todos. Las cajas, en su práctica totalidad, desaparecieron y/o se convirtieron en bancos. Se cierran oficinas, se despide a los empleados, lo que era de esperar.

Y, al menos a mí, me surgen algunas cuestiones y ninguna baladí. ¿Quién frenará, con el uso de la legítima competencia los abusos de la banca? ¿Quién realizará la labor social de las Cajas? ¿Por quién doblan las campanas? ¿Será por las cajas? O por los pueblos y por los menesterosos que se quedan sin el amparo de estas instituciones que tanto bien hicieron ,durante decadas, a tantos.